Tengo la firme convicción de que debemos aprender a desarrollar nuestro potencial, así como nuestra capacidad de ser líderes extraordinarios y que esto nos va a permitir contribuir a hacer de este mundo, un lugar mejor.

Para mí, el liderazgo, tiene que ver con cada uno de nosotros. Somos líderes en nuestro hogar, en familia, en el trabajo, con nuestros amigos y en la sociedad; ya que el liderazgo no tiene que ver con un «título» sino con ser protagonistas de nuestra vida y tener claro nuestro rol en la sociedad.

Considero que en el fondo, nosotros como ciudadanos del mundo, queremos vivir la coherencia, ese equilibrio que surge cuando estamos alineados entre lo que pensamos, sentimos y hacemos. Y la exigimos especialmente de aquellas personas que consideramos nos deberían dar ejemplo, como nuestros gobernantes, líderes, autoridades, jefes y familia. Pero, como sabrás, todo empieza en casa, así que te pregunto: ¿Eres realmente coherente ante los ojos de los demás?

Creo que en este cambio de época, estamos ante la búsqueda de aprender a desarrollar la resiliencia frente a tanta disrupción, que nos causa incertidumbre constante; ya que en la actualidad, debemos lidiar con entornos complejos, conocidos como “VUCA” caracterizados por su volatilidad (volatility), incertidumbre (uncertainty), complejidad (complexity) y ambigüedad (ambiguity).  Por ello, aprender a manejar el riesgo, evitar la fricción y crear escenarios para responder al azar, serán capacidades clave para desenvolvernos ante mercados tan competitivos y radicalmente cambiantes.

Considero que para lograrlo, así sea de manera parcial, se requiere primordialmente de tener un propósito organizacional compartido, además, de un entendimiento colectivo de cuál es la razón principal por la que existe tu organización y cómo contribuye al bien común de la sociedad.